Decía Cicerón que “Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada”. El jardín de Atalbéitar no está junto a una biblioteca, pero un día estará junto a “La Escuelita”, que, para el caso, es lo mismo. “La Escuelita” es el espacio social de este pequeño pueblo, un espacio donde conviven actividades culturales y de salud y que actualmente está gestionada por “Atalbéitar Resiste”, la asociación de vecinos. En ella, el piano, el yoga, el flamenco, las exposiciones, clases de canto y otras actividades que van surgiendo, dan vida a esta pequeña comunidad cuyas casas y calles parecen ancladas en un pasado morisco del que quedan abundantes vestigios.
Junto a este espacio, un trozo de terreno espera, con ayuda de voluntarios y vecinos, convertirse en ese jardín con el que, a Atalbéitar, ya no le faltará de nada. No es el primer jardín que emerge de la nada en este pintoresco lugar. Hace años, “El jardín de la roca” le ganó la batalla al abandono y se convirtió en un vergel donde conviven árboles y flores, todo ello, gracias a la voluntad de los habitantes del pueblo y Donald Gray, que junto a Gabriel Montero y todos los que después se fueron interesando por la causa, trataron de embellecer día a día este pequeño barrio perteneciente a la Taha de Pitres.
Pero claro, acondicionar un jardín no es precisamente barato y, para conseguir sacar adelante este proyecto, a Mike, un vecino, de origen inglés, se le ocurrió ofrecer zumo de naranjas, exprimido en el momento, en mitad de la plaza del pueblo, a cambio de un pequeño donativo que, semana a semana, se acumula en una pequeña caja destinada a contener los fondos para la construcción y acondicionamiento del espacio.
En esta empresa tan escasamente rentable, Mike no está solo, a su alrededor, primero para acompañarle y después para ayudar en lo que se puede, un grupo de vecinos comparte naranjas y música, convierten la plaza en un improvisado local de ensayo y llenan de color y buen ambiente el centro neurálgico de las fiestas y actividades de Atalbéitar. Pero, sobre todo, llenan el espacio de amor por un pueblo que late y resiste gracias al empeño que ponen sus habitantes por hacer de este un lugar más amable.
Antes de morir, Donald Gray donó el proyecto del “Jardín de la Roca”, al igual que el del “Jardín de la Escuelita” que se encuentra expuesto en su tablón, donde se puede ver cómo será un día el jardín que embellezca ese espacio hoy apenas esbozado. Donald llegó a La Alpujarra, desde Australia, como tantos otros extranjeros, atraído por la belleza romántica a la que tanto contribuyeron escritores y pintores que encontraron un lugar pintoresco para dibujar o escribir sobre sus costumbres, a veces, idealizadas.
Aquí, en las montañas, en un pueblo casi desconocido, se asentó durante más de treinta y cinco años, en una bellísima casa apoyada en la roca, casi a la salida del pueblo. Gozando de sus maravillosas vistas, es fácil intuir que vivió enamorado de esta tierra tan auténtica. Como él, son muchos los venidos de fuera que han sentido el mismo flechazo y se han quedado para disfrutar de la quietud de un paisaje donde las aguas ferruginosas transcurren entre castaños centenarios. Eso, ha convertido Atalbéitar en un lugar multicultural donde distintas nacionalidades conviven y se aportan unas a otras, compartiendo momentos y espacios públicos, casi siempre aderezados por música.
El jardín, pretende ser el mejor homenaje a este diseñador, galardonado con el ‘Premio Rafael Manzano de Arquitectura Clásica y Restauración de Monumentos’, que diseñó cerca de un millar de edificios singulares en Andalucía. Un día, posiblemente, llevará su nombre, pero debería llevar también un naranjo que recuerde que, para contribuir a realizar este precioso proyecto, Mike, Maxi, Tom, Liz, Juan, Diego, Gabriel y tantos otros que llenan de vida, música y naranjas la plaza de Atalbéitar, han aportado lo que saben y lo que pueden ofrecer para hacer del pueblo un lugar cada día más bello.